Huguito padece de alguna rara enfermedad que lo hace hablar tantos disparates que llega al punto de generar nauseas colectivas, hace mucho tiempo gritó a los cuatro vientos que se quitaría el nombre si su gloriosa revolución humanista socialista no acababa con los niños de la calle. Ya han pasado muchos años y Huguito tiene el mismo nombre y los niños de la calle siguen allí, en la calle.
Son muchas las promesas incumplidas, como aquella en la que algún día los mortales venezolanos podríamos bañarnos en las cristalinas aguas del Guaire sin temor a que se nos cayera el pellejo como podría ocurrir si cometemos semejante locura en la actualidad.
Los que conocemos el proyecto original planteado hace mucho tiempo por un grupo de militares conspiradores creímos ver en él la oportunidad de poder construir un país donde todos, sin excepción, podríamos brindarle a nuestros descendientes un futuro mejor, con servicios públicos eficientes, una administración de justicia cristalina, un gobierno capaz de influir en el trabajo colectivo como única manera de lograr el desarrollo en todo el territorio nacional, el crecimiento de la industria nacional con apoyo de capital criollo y extranjero. El sueño de uno de los venezolanos de oro, como lo fue Arturo Uslar Pietri de sembrar el petróleo se haría realidad de una vez por todas generando el bienestar que tanto le hace falta a nuestros agricultores, y podría generar un extenso texto con lo anunciado aquel cuatro de febrero y que hoy no son más que meras promesas propias de adecos y copeyanos cuartos republicanos.
El domingo Huguito se encadenó durante seis horas, para informarnos que por primera vez en Venezuela se brindaba salud de manera gratuita; nunca he podido comprender en que planeta vivió nuestro actual presidente antes de llegar a Miraflores por voluntad popular, porque en los años que tengo de vida en este pedacito de sur siempre he accedido a un sistema de salud gratuito, que si bien nunca fue excelente, ahora puedo dar fe que no ha mejorado, tanto así que cuando el papá de nuestro emancipador del yugo capitalista, llámese Huguito, se enfermó de su corazón rojo rojito, fue a parar al Hospital de Clínicas Caracas, que de socialista, ni de gratuito tiene nada. Y que decir de Jorge Rodríguez que sufre un accidente automovilístico y se refugia en una clínica de lujo, como lo es Clínica el Ávila, es que ser revolucionario de altura es tener acceso a privilegios propios de ricos de cuna, no como los pendejos que tenemos que patear hospitales, módulos de barrio adentro y brujos que nos salen más baratos y algunas veces más eficientes.
Hace poco el presidente anunció que para el 2.019 se acabaría la pobreza en Venezuela, supongo que el 31 de diciembre de 2.018 hará una cadena de quince horas y después de tanta cháchara hará el anuncio que se sustituye la palabra pobreza por limpieza, y entonces los pobres dejaremos de ser pobre, y así se eliminará en Venezuela ese vocablo tan desagradable para quienes estamos en ese eslabón y Huguito pasará a la historia como el presidente que la eliminó por decreto, se le concederá el premio Nobel en economía y dictará cátedras a los países desarrollados para que aprendan a ser un presidente "maisimo lidel" .
Soñar no cuesta nada, lo que si lo hace es pagar el mercado quince y último, comprar las medicinas y encontrarlas si se presenta una enfermedad, pagar el alquiler, tener apagones con su respectivas pérdidas de equipos eléctricos y de paso pagar una alta suma de dinero por un pésimo servicio. Comprarse ropa y calzado, tener una cena en cualquier restaurante, o simplemente pagar un hotelito.
La pobreza será eliminada de manera permanente cuando se fomente el trabajo, la inversión, la agricultura, la industria, la ganadería, y se elimine la mono producción, la corrupción, el clientelismo, la inseguridad. Y uno de los pasos es lograr la tranquilidad de la población con un gobierno claro en sus convicciones y sus metas, y Huguito simplemente perdió el norte, y en sus sueños de Libertador ni a soldado ha llegado.
Audio Entrada: Huguito y sus Promesas
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