Ser Bolivariano e imperialista es una contradicción, una composición imposible. No se puede andar con Dios y con el diablo. Bolívar se enfrentó a la arrogancia gringa en plena Guerra de Independencia, cuando los supuestos amantes de la libertada, apoyaban con armas y municiones a la corona Española, hecho casi silenciado por nuestros gobernantes cuarto republicanos en el sistema educativo instaurado, donde era más importante estudiar al Mio Cid, que nuestra historia, nos mostraban a cada rato a Miranda en la Carraca, y no transitando bajo el arco del triunfo en París, se cansaron de mostrar a un hombre enfermo en Santa Marta, recibiendo improperios de un pueblo que no entendió el mensaje de un ser adelantado a su tiempo; era ese Bolívar que consideraba a los EEUU de Norteamérica como una grave amenaza para América, y no se equivocó.
Hoy este país se ha dedicado a imponer sanciones al mundo, como si fuese dueño de éste, mantienen y ayudan a mantener guerras como fuente de financiamiento a su enorme déficit fiscal, financian gobiernos terroristas que usan al narcotráfico como fuente de enriquecimiento, negocio que deja graves secuelas en la población, aparte de las muertes por enfrentamientos entre los que controlan el negocio en los bajos mundos. Mantienen y promueven las acciones del gobierno israelí en contra de la población Palestina, financia a Arabia Saudita en su genocidio al pueblo Yemení. Son tantas las atrocidades cometidas por un estado que se cree de raza aria, superior al resto del mundo.
Hoy, crece un mundo multipolar y pluripolar, ese mundo anunciado por nuestro Comandante Supremo y Eterno: Hugo Rafael Chávez Frías, un mundo que no se cala las acciones del gigante del norte, un mundo conformado por millones donde la dictadura de un estado forajido se debilita y tiende a desaparecer, la esperanza de ver caído el imperio más dañino que ha existido en la tierra cada día está más cerca.
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