Se llenó de seguidores cuando con su voz predicaba la reducción de la inflación, la creación de más y mejores empleos, cárcel para los corruptos, más y mejores vías para el país, agricultura capaz de sustentar al país y generar excedentes para la exportación, eliminación de la mono producción, transparencia en la gestión de gobierno, acceso equitativo, sin discriminación a los poderes públicos, especialmente al poder que administra justicia. Se llegó a pensar que Venezuela sería un lugar perfecto donde el respeto, la justicia, la igualdad reinarían en perfecta armonía. Muchos pensaron en un gobierno como el de Marcos Pérez Jiménez pero con talante democrático, se vislumbraba una nueva Atenas iluminando a América y al resto del mundo. Pero… No fue así, “la historia como la sardina se repite”, no recuerdo quien lo dijo pero esa frase me ha marcado durante toda mi vida, la desilusión que causaron Adecos y Copeyanos, es la misma causada por este gobierno, cuya aspiración esencial es poder permanecer tanto tiempo como le sea posible, copiar un modelo obsoleto, cuyo gran logro ha sido la distribución equitativa de la pobreza, mientras un sector oficial enquistado en las altas esferas gubernamentales se llenan los bolsillos de dinero mal habido.
Las promesas gubernamentales se han vuelto agua y sal, y el cordón de miseria que rodea a nuestras principales ciudades, ahora, además del hambre deben soportar los ataques inclementes generados por un hampa desbordada que no discrimina, y amenaza hasta a los más altos estratos sociales, con un poder judicial lento y soso que permite un alto grado de impunidad. Las fuerzas policiales aplican el matraqueo, y para el ciudadano común muchas veces es mejor caer en manos de los choros y no de un policía corrupto; para colmo a los fiscales ineptos, como el caso de Isaías, se les premia su paupérrima labor con una embajada.
El sabio pueblo profesa que no existen males eternos, aunque al observar a Cuba me invade una gran angustia, porque como profesional sólo aspiro a una mejor calidad de vida, a que mis ingresos vayan acordes a mi desempeño, y que mi trabajo no sea evaluado por una gran cadena de burócratas cuyo grado de superación se deba a su capacidad de jalar mecate y no su formación académica y méritos adquiridos, simplemente aspiro a una mejor calidad de vida, y que pueda cosechar lo que lo que he sembrado y no lo que un gobierno mal llamado revolucionario crea conveniente.
Cuarenta años fue el tiempo transcurrido para darle una patada a los Adecos y Copeyanos; simplemente no quiero esperar tanto para ver salir por la puerta de atrás de Miraflores al gobierno más inepto de Venezuela.
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